Época: Al-Andalus omeya
Inicio: Año 711
Fin: Año 1031

Antecedente:
Al-Andalus omeya
Siguientes:
Las regiones fronterizas
Inicios de los Banu Qasi
La Revuelta del Arrabal
El control de las provincias
Afianzamiento del Islam
Los mártires cordobeses
Prosperidad económica



Comentario

El poder omeya era, sin ninguna duda, el más sólido de los poderes independientes que se constituyeron en el Occidente musulmán en la misma época, siendo los otros los rustumíes de Tahart, los midraríes de Siyilmasa y los idrisíes de Fez. A la muerte del emir Abd al-Rahman I, el 30 de septiembre del 788 (25 de rabi II del año 172), los omeyas estaban lo suficientemente seguros en Córdoba para que no hubiera dudas sobre la sucesión dinástica del poder, según la tradición de los omeyas de Oriente. El prestigio del linaje omeya facilitó con toda probabilidad las cosas. En el Magreb, el mismo año 788, la sucesión del primer emir Rustumí provocó en Tahert la grave crisis nukkarí. El que sucedió a Abd al-Rahman, aparentemente por voluntad de éste, fue Hisham, el segundo de los tres hijos del primer soberano de la dinastía consolidada en Córdoba.
La falta de reglas de primogenitura en el derecho público musulmán era motivo de posibles conflictos y la sucesión en favor de Hisham suscitó el descontento de los otros dos hermanos, que provocarían disturbios de efectos muy duraderos. Sin embargo, en los primeros momentos, el mayor Sulayman y el menor Abd Allah, después de haber intentado sin éxito organizar sublevaciones en la Península, terminaron exiliándose en el Magreb. Los siete años del reinado del emir Hisham fueron relativamente tranquilos. Algunos movimientos de agitación yemení se produjeron en la parte oriental (Sharq al-Andalus) y en la Marca Superior, pero no tuvieron gran alcance y fueron reprimidos con el envío de algunas tropas y gracias al apoyo de los Banu Qasi -una potente familia muladí del valle del Ebro- que empezaron por estos años a tener un papel importante en esta región nororiental. Por otra parte, una sublevación beréber fue reprimida con fuerza en la región de Ronda. Con pocas alteraciones en el interior, el emir Hisham pudo organizar varias expediciones de guerra santa contra el reino asturiano, que atacó a la vez por el este (Alava) y por el sur (Astorga). En el 793, un importante ejército se dirigió a la zona oriental para atacar Gerona, y llegó hasta Narbona. No recuperó el control de ninguna de estas ciudades, pero logró una sangrienta victoria sobre las fuerzas francas del duque Guillermo de Toulouse e ingresó en Córdoba un botín considerable.

Hisham I murió prematuramente, dejando el poder a su hijo, al-Hakam I (796-822). Sus tíos, Sulayman y Abd Allah, que no habían renunciado a sus ambiciones, se apresuraron a volver del Magreb con el fin de suscitar disturbios en al-Andalus. El más activo fue Abd Allah quien, desde la región valenciana donde había desembarcado, intentó atraer a su causa a los jefes árabes del valle del Ebro e incluso vino a pedir ayuda a la corte de Carlomagno en el año 797, contra su sobrino. Su hermano Sulayman, siempre desde la costa oriental donde se había instalado a su vez en el año 798, intentó atacar Córdoba pero fue vencido y asesinado en el 800 o el 801. Fue precisamente en este momento (798) cuando se produjo un importante ataque de una flota de "mauri et sarraceni" contra las Baleares. Este primer acto de "piratería sarracena" estaba probablemente vinculado con la presencia en la costa oriental de los medios navales y militares agrupados por los tíos de al-Hakam. En el 802 o 803, Abd Allah terminó estableciendo contactos con su sobrino, al-Hakam, que le autorizó a residir en Valencia donde, a cambio de una pensión anual, se mantuvo tranquilo hasta el final del reinado del tercer emir omeya de Córdoba, ejerciendo siempre una especie de gobierno de una región que durante toda esta época parecía no haber dependido de la capital más que de forma muy laxa. Se dio desde entonces a Abd Allah el apodo de al-Balansi.